Mi abuelo era un personaje muy extraño. Me daba pena pero lo quería. Su cuerpo estaba aquí, pero su mente estaba en el pasado. Recuerdo cuando me puse mi primer implante de memoria a los 12 años. Me volteó la cara de una cachetada y me dijo que no entendía cómo me atrevía a mancillar así mi cuerpo.
Creo que a mi padre lo educó igual y él, tenía eso en común con mi madre. Ella disfruta hacer cosas con sus manos y aunque no desaprueba los implantes, jamás se ha puesto uno.
Mientras Gege y yo navegamos por la red, ella hace una especie de lámparas que brillan por un tiempo sin electricidad y luego desaparecen dejando una plasta como de plástico donde estaban, es lo más curioso que he visto en mi vida. Busqué en los archivos históricos, en alguno de esos obscuros sitios de la red que se quedaron activos porque están conectados al sistema de energía perpetua y su conexión a la red es permanente.
Tardé muchísimo tiempo en encontrar algo, es más, tuve que desconectarme una vez porque el socket de mi oído derecho se calentó demasiado, lo cual me recuerda que tengo que hacer que lo revisen. Mama dijo que pude haberle preguntado, lo cual me pareció absurdo habiendo tanta información en la red.
"¿Preguntarte? No mames."
Le gusta encender sus velas (así se llaman) mientras nos sentamos a la mesa a ingerir, es una de esas costumbres que me molestarían si no fuera porque los aparatos esos tienen una luz que genera calor y se mueve. Puedo contemplarla por horas (o el tiempo que tarde en apagarse) y a veces, acerco la mano lo suficiente para sentir como se mete en mi piel, como si Daifu estuviera poniéndome un nuevo implante en la mano. No debo olvidar ir a verlo pronto, por lo del oído.