t3h electric co.
hogar
luz
archivo
sombra
noticias
acerca de
contacto
index » sombra
¿le temes a la obscuridad?

Despertó a la mañana siguiente cuando el calor y la luz que entraba por la ventana hicieron imposible seguir bajo las cobijas que estaban en el suelo de la habitación. Había dormido por horas y su cuerpo no había podido reponerse del todo. Camino los 16 pasos que había entre su cama y el contenedor donde había almacenado unos cuantos litros de agua, con los cuales mojó su piel en un intento de lavarse y refrescarse.

24 horas después del primer anuncio de alerta y afuera ya parecía zona de guerra, no necesitaba secarse, el calor era suficiente para secar su piel y humedecerla de nuevo desde adentro, haciendo inútil cualquier intento de comodidad.

Se asomó por la ventana y después de que sus ojos se ajustaron a la luz, las calles desiertas le recordaron los pocos alimentos que aún quedaban en la alacena: enlatados y austeros pues la ausencia de electricidad hacía el vecindario un territorio salvaje donde ni siquiera existen condiciones de transmisión de datos. Lo que hubiera dado por recibir algo de información en su celular, sin señal y para este momento, casi sin batería.

Pensó en salir a la calle para buscar comida, personas o respuestas, pero el calor tóxico hacía imposible la idea de caminar hasta el siguiente distrito. Fue, entonces, que pensó en una vieja bicicleta que era una reliquia oxidada de su padre ausente, nunca pensó que algún día tendría que aprender a conducirla.

Era muy temprano aún. Sacó y limpió ritualmente cada una de las llaves, pinzas y destornilladores que contenía la caja de herramientas que su abuelo le dejó al morir. A su hermano le dejó una navaja suiza que gracias a los documentos históricos colgados de la red habían aprendido a usar hace años. Con ella abrió algunas latas cuyo contenido proteico lo animó a ponerse a trabajar. Pasó cada hora del día ajustando cada una de las tuercas de la bicicleta y cada minuto de la tarde aprendiendo a conducirla.

Mientras la noche caía inevitablemente sobre el distrito privado de electricidad sacó de una caja unas cuantas velas de las que su madre desaparecida hacía por hobby y busco en sus bolsas una caja de fósforos para encenderlas. A media noche, ese cuarto era el único en todo el distrito que destellaba luz, una luz ámbar y anacrónicamente cálida. Poco a poco, su necesidad de conectarse a la red había ido desapareciendo junto con la última carga de su batería. Se había quedado solo, desconectado y no se había dado cuenta.