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algunos días son mejores que otros.

Toda su vida se había sentido avergonzado de las costumbres retrógradas de su familia. Nunca comprendió la absurda nostalgia de su madre y su abuelo por los dispositivos libres de orgánicos o que no se tenían que conectar a ningún socket para funcionar. Mientras ensamblaba la vieja bicicleta de su padre podía escuchar pelear a los vecinos pero el estaba desconectado. Literalmente hablando, se había quitado todos los implantes del cuerpo y se sentía extrañamente ligero. Al usar sus manos para tomar las tuercas y usar sus músculos para ajustarlas en su lugar, sentía como las endorfinas navegaban por su torrente sanguíneo a gran velocidad hasta terminar en sus labios, en una sonrisa.

8 horas en total le tomó armar el aparato y pensó que su abuelo se sentiría orgulloso de él, no podía esperar llevarlo a la calle para ir a buscar a Nü.

Su madre era de las pocas personas que aún compraban conservas y enlatados, y de ello se benefició cuando se sentó a desayunar, habían cocinado en un viejo anafre y usado papeles, revistas y carbón como combustible. Todo parecía una mañana normal, el hecho de que no hubiera electricidad a esta familia no le había afectado en su vida cotidiana. Eran los únicos que no estaban participando de la histeria, como se pudo dar cuenta cuando finalmente sacó su bicicleta a la calle.

Pedaleó un par de horas hasta llegar a un stand donde representantes de The Electric Co. estaban repartiendo volantes informativos acerca de la explosión donde aseguraban que las perdidas humanas eran lamentables pero escasas y que aunque no podían hacerse responsables de todos los orgánicos descompuestos, el distrito sería reconectado a una planta suplementaria en un lapso no mayor a 24 horas y que todo volvería a la normalidad.

Pero ya no importaba, había probado una vida donde era independiente de la compañía de luz que por años lo había mantenido cautivo de sus implantes, redes y sublimación informática, su cuerpo estaba experimentando cosas que nunca había sentido, como el dolor muscular láctico de haber pedaleado 2 horas sin parar una bicicleta que el mismo había armado con sus propias manos.

Había encendido velas y cocinado con carbón y no podía esperar a compartirlo con el mundo histérico que no sabía como iba a sobrevivir otras 24 horas sin electricidad. Para él nada de esto era importante ya, probablemente no volvería a reimplantarse y olvidaría ese brazo de titanio que por tantos años había deseado.

Tomó un volante igual que todos los demás que lo miraban extrañados por el maravilloso y extraño vehículo que conducía... sin electricidad. Miró la enorme nube de humo rojizo que bloqueaba el sol de esa tibia mañana, la sombra que proyectaba sobre el camino vacío le daba un aire desolador al día que a pesar de todo, apuntaba a ser fabuloso.